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AGUA DE LA ROCA

Queridos hermanos y miembros de la familia marista:


Los primeros seguidores de Marcelino Champagnat amaban al fundador como al hermano mayor y padre que era para ellos. Esto no debe causar extrañeza, ya que el joven sacerdote y sus discípulos tenían muchas cosas en común.

Juan María Granjón, los hermanos Juan Bautista y Juan Claudio Audrás, Antonio Couturier, Bartolomé Badard, Gabriel Rivat y Juan Bautista Furet eran unos muchachos sencillos procedentes del campo, que vivían del trabajo de sus manos. Además, casi todos ellos llegaban sin estudios. Ya sabemos que el propio fundador tuvo que luchar para superar sus dificultades académicas y pasó por trances amargos en el seminario, debido a su falta de preparación.

Pero las raíces de lealtad y dedicación de aquellos jóvenes que Marcelino reunió en torno a sí eran mucho más profundas que las semejanzas entre sus contextos o experiencias. Porque el fundador era un hombre enamorado de Dios y, con su ayuda, sus primeros hermanos también llegaron a serlo. Ellos, bajo su tutela, fueron creciendo en su conciencia de la presencia de Dios y aprendieron a confiar en la Providencia.

Marcelino les enseñó también a seguir el modelo de María, sabiendo que ése era un camino seguro para centrar sus vidas en el Señor. De este modo se esforzaron por imitar el estilo de María. Plenamente fieles a la visión apostólica del fundador, aquellos jóvenes asumieron su preocupación por los pobres de Dios y se estimulaban unos a otros para atenderlos.

Con el paso del tiempo, su modo de vivir el evangelio se convirtió en un reflejo del carácter y los valores de la persona de quien habían recibido la inspiración.

Años más tarde, muchos de ellos recordaban a este sacerdote resuelto y decidido como un hombre entusiasta y práctico, deseoso de llevar las ideas a la acción e impregnado de espíritu de humildad. De ahí brotaba la fuente de aquella espiritualidad sencilla y encarnada que él gratuitamente compartió con sus hermanos.

Esa espiritualidad nacía de la propia experiencia de Marcelino de sentirse amado por Jesús y llamado por María. Él, al igual que los otros maristas pioneros, estaba convencido de que Ella quería que su Sociedad fuera el modelo de una forma renovada de ser Iglesia. Y en Fourvière se comprometieron a unir sus afanes para convertir ese sueño en realidad.

Nosotros hemos recibido la espiritualidad de Marcelino Champagnat y de nuestros primeros hermanos como una preciosa herencia (C 49) que ha sido adaptada y actualizada por cada una de las generaciones anteriores, manteniendo su dimensión mariana y apostólica. A nosotros nos corresponde ahora encarnarla en las diversas culturas y situaciones en las que el Instituto se halla presente.

Los hermanos que tomaron parte en el Capítulo de 2001 pidieron al nuevo Consejo general que elaborara una guía para ofrecer la espiritualidad apostólica marista de Marcelino Champagnat a un sector más amplio de personas.

Los capitulares eran conscientes de que desde los comienzos del Instituto esta espiritualidad ha tenido atractivo para los hermanos de Marcelino y también para el laicado marista. Es un privilegio para mí poder presentaros ahora el documento titulado Agua de la roca – Espiritualidad marista que fluye de la tradición de Marcelino Champagnat.

Esta guía es el resultado del trabajo conjunto de muchas manos y fruto de un buen número de consultas. Conviene tener presente que toda espiritualidad auténtica es viva y dinámica y, por tanto, lo que en él encontramos no representa la última palabra sobre la cuestión, sino algo que ha sido escrito para este momento de la historia.

Aunque son bastantes los que han jugado un papel importante en la elaboración del documento y sus contenidos, ha habido un grupo en particular, compuesto por hermanos y laicos maristas de diversos países, que han conducido este proyecto de principio a fin. Mi agradecimiento a todos los que han tomado parte en el empeño, sobre todo a las personas integrantes de la Comisión Internacional: Hermano Benito Arbués, FMS, hermano Bernard Beaudin, FMS, hermano Nicholas Fernando, FMS, hermana Vivienne Goldstein, SM, hermano Maurice Goutagny, FMS, hermano Lawrence Ndawala, FMS, hermano Spiridion Ndanga, FMS, hermano Graham Neist, FMS, Bernice Reintjens, Agnes Reyes, Vanderlei Soela, hermano Miguel Ángel Santos, FMS, hermano Luis García Sobrado, FMS, y de manera especial el hermano Peter Rodney, FMS, miembro del Consejo general, que coordinó las tareas del grupo.

Como hemos dicho, la espiritualidad apostólica marista es una experiencia viva y dinámica de Dios, que se orienta a la contemplación y a la acción al mismo tiempo. Transformados por el amor de Jesús y llamados por María, somos enviados a la misión, a anunciar la Buena Noticia de Dios a los niños y jóvenes marginados de la sociedad.

De ahí viene el título de este texto: Agua de la roca. Los que conocen la historia de Marcelino saben que él levantó la casa del Hermitage con sus propias manos, utilizando roca que él mismo había cortado. El agua del Gier, el riachuelo que corre a través de la propiedad del Hermitage, fue una segunda e importante fuente de vida para la comunidad naciente. Con estas dos imágenes, el documento Agua de la roca sitúa la espiritualidad apostólica marista en el lugar de preferencia que debe tener en la vida de cada uno de nosotros y de todos los que llegan a conocer y amar al fundador como lo hicieron aquellos primeros discípulos suyos hace tantos años. Deseo que lo que se encierra en estas páginas os ayude a profundizar en vuestra experiencia personal y os lleve a crecer en la fe.

Con afecto,
Hermano Seán D. Sammon, FMS
Superior General



  

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